Irene ha vivido toda su infancia en casa, entre gritos, castigos y golpes. De adulta, se encuentra en situaciones de tensión a los que responde con agresividad y que acaban degastando sus relaciones personales. Se siente extraña y sola, pero no sabe cómo responder de otra manera que no sea atacando, defendiéndose o gritando. Su pareja no aguanta más y decide romper. Irene se enfada y se siente mal pero no puede conectar con la tristeza, el miedo y la frustración de no haber sido capaz de resolver sus conflictos con su pareja, así que actúa como si nada de eso le afectara, confirmando su idea de que el mundo es inseguro, abusivo y que está llena de defectos por los que no merece ser amada.
Realmente, las personas que han recibido malos tratos por parte de sus figuras de autoridad o por sus cuidadores, soportan un gran sufrimiento. Han aprendido a sobrevivir en un entorno ostil, pero desconocen lo que es vivir plenamente en confianza y equilibrio.
Les cuesta identificar sus necesidades, sus emociones y sentimientos para crear vínculos seguros. El miedo es tan profundo y común, que lo acaban integrando como algo normal.
El choque es cuando salen al exterior y ven cómo funcionan los demás, que nada tiene que ver cómo ella actúa o cómo han actuado con ella. No saben encontrar la forma de lidiar con su dolor, porque no reconocen lo que sienten, ya que se tuvo que disociar de sus emociones para poder sobrevivir y ahora, es muy difícil saber qué siente, qué necesita, qué le pasa y qué le pasa al mundo cuando interactúa con él.
También, hay unas cuantas creencias que ha ido incorporando de que "no vale", "no es suficiente" "no es digna de amor y respeto", así que buscará situaciones y relaciones que se lo confirmen constantemente.
Cuando Irene reacciona atacando o enfada, se asusta y se siente constantemente en alerta para no volver a atacar a los demás y que acaben dejándola. El manejo de la ira es un proceso continuo que implica identificar los factores desencadenantes, aprender nuevas formas de manejar las emociones, y practicar habilidades para enfrentar situaciones difíciles.
Si un niño o adolescente es maltratado en casa o en la escuela, puede llegar a vivir la agresión como un comportamiento normal o aceptable, se vuelve parte de su realidad cotidiana.La agresión se convierte en una forma de descargar esas emociones intensas de ira, miedo o tristeza que no saben procesar de otra manera.
¿Cómo manejo mi ira?
Fomentar la autocompasión puede ayudar a la persona a desarrollar una relación más saludable consigo misma, reduciendo la necesidad de hacer a los demás lo que han hecho con ella o hacerles sentir la frustración y dolor que carga.
La Atención Plena o el Mindfulness puede ser muy útil para ayudar a la persona a manejar el estrés, regular sus emociones y aumentar su conciencia de sí misma y de los demás. Reconocer esa ira, distinguir entre la ira saludable para poner límites y autocuidado, y la ira que agrede o es reactiva, es muy importante para poder manejarse en situaciones en las que pueda aparecer. Si no hay conciencia, no hay solución.
Enseñar y practicar habilidades sociales saludables, como la asertividad, la empatía, la comunicación efectiva y la resolución de conflictos, es clave para que la persona aprenda nuevas formas de relacionarse con los demás.
Restaurar el daño que la niña interna ha vivido, es fundamental, para encontrar el espacio de seguridad interna que no ha recibido fuera cuando lo necesitó. Se trata de encontrar en la adulta que es hoy, su mayor aliada y referente de cuidado, amor y compasión para dárselo a si misma y a los demás. Cuando aprendemos a amarnos, sabemos amar a otros.
Conclusión
Aprender a lidiar con nuestras emociones como la ira, el miedo, la verguenza o la tristeza no siempre es un camino fácil y rápido. Aquello que se ha creado en contacto con otros, es neccesario repararlo en contacto con otro, por eso, un proceso terapéutico seguro y respetuoso, puede ayudar a resolver o transformar comportamientos dañinos, en sanos.
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