Cuando alguien que amamos está atravesando un duelo, muchas veces sentimos la urgencia de aliviar su dolor, de decir "algo" que lo haga sentir mejor. Pero el duelo no se resuelve con palabras ni soluciones rápidas.
Acompañar a una persona en duelo no se trata de tener respuestas, sino de ofrecer presencia. Significa estar ahí, aunque no sepas qué decir. Escuchar sin juzgar, sin interrumpir, sin comparar. A veces, lo más valioso es simplemente sostener el silencio juntos.
Tu papel no es “arreglar” el dolor, sino honrarlo. Permite que la persona transite su proceso a su ritmo. Pregunta con respeto: “¿Quieres hablar de ello o prefieres que solo esté contigo?”.
Recuerda: acompañar es un acto de amor, no de perfección.
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