La víctima es al dolor, lo que la victimización al sufrimiento

El dolor, tanto físico como emocional, es una experiencia humana inevitable. Sin embargo, la forma en que interpretamos y respondemos al dolor puede marcar la diferencia entre victimizarnos o aprender a lidiar con las adversidades de manera constructiva. En este artículo, exploraremos cómo el dolor se conecta con la identidad de la víctima y cómo la victimización puede dar lugar a un sufrimiento prolongado que limita el bienestar de quienes lo experimentan

Los contratiempos en la vida ocurren, sin más. Nadie elige una enfermedad, un abuso o la muerte de su compañero/a de vida. No son elecciones, sin embargo suceden provocando mucho dolor..El resultado de esas experiencias nos convierte en víctimas, es decir, en personas que hemos padecido un daño de manera fortuita o ocasionado por otra persona..  

Clara, sufrió abuso emocional y físico en su infancia por parte de su padre. Durante años, el dolor que vivió fue tan intenso que no pudo procesarlo ni compartirlo con nadie. Con el tiempo, comenzó a sentirse atrapada en su sufrimiento. Se creyó que ella no era digna de amor, que había algo defectuoso en ella para no poder ser amada ni por su padre, quien se supone la debia cuidar y proteger.  Encapsuló ese dolor, miró hacia otra parte intentando vivir como si nada de eso le hubiese pasado a ella. Pero mente se llenó de pensamientos de desesperanza. El dolor no reconocido de su abuso se convirtió inconscientemente, en parte de su identidad, algo que definía su vida.

Clara nunca pudo abrazar el dolor o enfrentar lo que había vivido, porque hacerlo significaba enfrentarse a sus emociones más profundas, aquellas que temía que la destruyeran. Cada vez que intentaba recordar lo que había ocurrido, el dolor la abrumaba, y con el tiempo, dejó de buscar soluciones. Victimizarse se volvió una forma de protección, un escudo para evitar el sufrimiento más profundo.

En el fondo, su corazón anhelaba amor y aceptación, pero su mente, atrapada en el sufrimiento y la victimización, la impedía experimentar relaciones saludables. Parecía que la vida le confirmaba lo que había acabado creyendo de si misma. 

Ser víctima de un evento doloroso no implica necesariamente que una persona se defina o identifique como tal de manera permanente. Sin embargo, cuando lo justifica o lo usa como filtro para todo en la vida y lo convierte en parte integral de su identidad, el sufrimiento puede volverse crónico. En lugar de ver el dolor como algo pasajero que puede ser superado, la persona comienza a verlo como un rasgo definitorio de su existencia:  "todo me pasa a mi", "nadie me entiende", "siempre me toca perder". 

Este fenómeno ocurre con frecuencia en casos de abuso, trauma o pérdida significativa y todos, quien más o quien menos, cargamos heridas mal curadas, invetiables, que se vivieron en soledad y las encapsulamos como mejor supimos o pudimos en su momento para sobrevivir. No fue el evento lo que nos traumatizó, fue la falta de apoyo de otro ser humano. 

Rompiendo el ciclo 

Transformar el sufrimiento en bienestar es algo que puede tratarse en terapia y ejercitarse, Romper el ciclo, pasa por curarse y la cura por sacar a la luz lo que fué silenciado. En terapia facilitamos la expresión de lo que fué interrumpido cuando la superación pasó por la huida.

iAsí dejamos de victimizarnos cuando somos capaces de reconocer a la victima que sí fuimos en el pasado. Honrando y reconociendo nuestro dolor y nuestra historia, indagando, recuperamdo la memoria oculta en nuestro cuerpo y acercándose a ese dolor que se ha tapado durante largo tiempo, podemos reparar lo que nunca quisimos que sucediera.   

El proceso terapéutico permite a las personas entender que, aunque el dolor es inevitable, la forma en que responden a él es algo que sí les pertenece a ellos gestionar. También provee un espacio seguro en el que dejarse ver, dejarse sentir, ser escuchado todo lo que hemos callado ante una persona que está presente y disponible para bajar contigo a los infirernos, si fuera necesario. Aquí es donde la noción de resiliencia juega un papel fundamental. Podemos convertir ese dolor en crecimiento y oportunidad, dándole otro significado a nuestra relación con el dolor. El objetivo no es negar el dolor ni minimizar el sufrimiento, sino encontrar la fuerza interna para sanar y superar las adversidades con compasión y amor. 

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