Trauma emocional y sensibilidad que no puedes explicar
¿Te ha pasado que sientes que “todo te pega más fuerte” que a los demás?
Una palabra mal dicha, una crítica, una escena incómoda... y de pronto, estás llorando, paralizada o con el corazón latiendo como si algo muy grave hubiera pasado.
Tal vez ya te has preguntado:
“¿Por qué me afecta tanto todo?”
“¿Por qué no puedo simplemente soltarlo?”
No estás exagerando.
Y no estás rota.
Lo que te ocurre tiene una explicación, y también un camino posible de sanación.
Tu cuerpo guarda historias que no recuerdas
"No se puede no recordar" Mario Salvador
Muchas veces pensamos en el trauma como algo que deja cicatrices visibles: un accidente, una pérdida repentina o un evento impactante.
Pero el trauma también puede ser silencioso y mucho más cotidiano de lo que imaginas: crecer sin sentirte segura por sobreprotección o por falta de tener una persona adulta a tu lado cumpliendo su función, no recibir consuelo cuando lo necesitabas, aprender que “ser fuerte” era no mostrar emociones.
Aunque tu mente diga “ya pasó”, tu cuerpo recuerda.
Y esa sensibilidad que a veces no entiendes… es la forma de protección que tu sistema nervioso aprendió para sobrevivir.
Mariana llegó a consulta diciendo algo que muchas mujeres dicen al comenzar terapia:
“Mi infancia fue normal… no me maltrataron, no viví nada fuerte. Pero siempre estoy en alerta. Me agoto con la gente. Cualquier cosa me dispara ansiedad. ¿Por qué?”
En el cuerpo de Mariana, sin embargo, sí había memorias que su mente había aprendido a minimizar, a no dar "importancia".
A medida que profundizamos, aparecieron frases como:
“En casa no se hablaba de emociones, llorar era hacer drama.”
“Me crié con una mamá muy nerviosa, todo el tiempo gritaba o estaba preocupada.”
“Yo aprendí a no molestar, a ser perfecta.”
Con el tiempo, su sistema nervioso se adaptó a ese entorno emocional impredecible:
Se volvió hipervigilante. Estaba atenta a todo lo que pasaba a su alrededor, ya fueran ruidos repentinos, gente que pasaba cerca o cosas que no estaban en su sitio como era habitual.
Su cuerpo se tensaba cada vez que alguien se enojaba.
Le costaba relajarse incluso en momentos tranquilos, como si algo malo fuera a pasar de repente.
Aunque nunca vivió un evento “traumático” en el sentido clásico, el cuerpo de Mariana registró cada ausencia emocional, cada tensión, cada vez que tuvo que guardarse lo que sentía para no ser una carga.
A través del trabajo en terapia, Mariana empezó a:
Reconocer esas señales físicas como mensajes, no enemigos. Empezó a comprender el lenguaje de su cuerpo sin juzgarlo o intentar cambiarlo.
Hacer pausas para regularse antes de reaccionar para comprender bien en qué punto se encontraba y decidir qué hacer después.
Aprender que hoy sí puede elegir cómo vivir, sin estar siempre en modo supervivencia.
Me parece importante contarte este caso, porque muchas veces no nos sentimos con el derecho de llamar a las cosas por su nombre, a hablar de trauma, ya que no hubo algo extremo que lo justificara. Y si algo ha hecho que enfermemos es el silencio y la soledad frente a experiencias de mucho dolor.
Lo "exagerado" es una señal de alerta
Cuando una parte de ti reacciona con intensidad ante lo que parece “mínimo”, nos habla de estar en un estado de hiperalerta. Es como si tu cuerpo creyera que todavía estás en peligro, incluso cuando racionalmente sabes que no es así.
Esto no es debilidad.
Es tu sistema nervioso intentando cuidarte.
💡 En terapia, trabajamos justamente eso: enseñarle a tu cuerpo que el peligro ya pasó, y a tu mente a dejar de pelear con él.
No eres demasiado sensible. Eres alguien que ha aprendido a sobrevivir como ha podido y lo ha hecho muy bien hasta ahora.
Tal vez por años te dijeron que “te lo tomas todo personal”, que “dramatizas”, que “deberías ser más fuerte”.
Pero la realidad es que tu forma de sentir no es un error: es una respuesta adaptativa.
Sólo que hoy, quizás, ya no te está ayudando, sino que te está impidiendo vivir en calma.
Volver a confiar en el cuerpo
Puedes volver a confiar en tu cuerpo, poco a poco
Sanar no significa dejar de sentir.
Significa sentirte segura en lo que sientes.
Y eso no se logra forzándote a ser diferente, sino escuchando a tu cuerpo, comprendiendo su lenguaje y creando un espacio interno donde puedas volver a habitarte sin miedo.
💬 ¿Te resonó?
Si te sentiste identificada con esto, quiero que sepas que no estás sola.
Acompaño a mujeres que, como tú, están aprendiendo a entenderse, a dejar de culparse y a sanar desde un lugar amable.
👉 ¿Quieres comenzar a hacerlo acompañada?
Escríbeme y damos juntas ese primer paso.
Sin comentarios