Algunos la describen como un peso, otros como un vacío. Resulta difícil sostenerla y, sin embargo, en algunas ocasiones, la cargamos estóicamente como si fuese la cruz que nos ha tocado en esta vida o la lanzamos alegremente. La culpa nos acompaña en múltiples ocasiones. Vivir con el otro, nos predispone a tener un código y unas normas para compartir un espacio, una comunidad, un tiempo. Estas normas, no siempre coinciden con lo que necesitamos naturalmente. Entonces, ¿qué hay tras la culpa? ¿cómo se crea? ¿Dónde queda el amor mientras nos estamos sintiendo culpados o culpables?
Pensar que tendrías que haber pasado más tiempo con esa persona o que no tendrías que haber dicho o hecho tal cosa, que lo deberías haber dejado hace tiempo o que nunca tendrías que haber pasado por aquella relación, es el indicador de que, tras esos pensamientos, asoma la culpabilidad. De alguna manera, estás rompiendo con algo que aprendiste de tu familia ("hija mía no llores. ¿Ves como los mayores no lloramos?" " Es de mala educación contestar así" ) o con una idea de ti misma que no cumple con lo que correspondería. Por ejemplo, si yo voy de niña buena por la vida y un amigo me pide que le acompañe al dentista, y no lo hago, me podré sentir mal porque ya no voy a parecer tan buena persona como pretendo o me he querido creer, desatendiendo lo que me piden que haga. Unos se sienten culpable por unas cosas y otros por otras que no tienen nada que ver. Cada familia es un mundo y tiene sus normas.
Es un sentimiento que solemos tener las personas cuando pensamos que hemos transgredido una norma. Es un sentimiento de algo que no he hecho "bien." Culpa en latín significa un tiro errado. El arquero que tira y se sale fuera de la diana, en latín le dirían: ¡Culpa!-Así me lo explicaba una vez la terapeuta Gestalt, Pepita del Olmo.
No te ayuda a avanzar, ni te empodera, ni cambia las cosas que han sucedido, pero se puede usar para mirar a otro lado y no asumir el dolor que se le ha causado al otro, o que eres como eres y que las cosas son como son. Hasta que aprendemos a cuestionar esas normas, a entender de dónde vienen, a llorarlas, a recolocarlas y a hacer un tiro más acertado, cuidando de tus necesidades y no tanto a estar en las normas, seguimos atascadas.
Puedes liberarte con el perdón, con la gratitud, con el aprendizaje, pero sobre todo, el antídoto a la culpa es la responsabilidad. Asumir tus actos, tus palabras, tus sentimientos, lo que necesitas, lo que haces y quieres en la vida, con humildad y compasión. Tal vez, va siendo hora de decirle al mundo: "¡Esta soy yo! y me amo incondicionalmente, con el buen amor que otros no supieron darme y a pesar, de que por ello me dejes de querer o deje de gustarte, soy esta que ves" o dejar que el otro llore por lo que hemos hecho, sentir su dolor y pedir perdón o reparar. Es lo que el mundo necesita, AMOR.
No hay cambio posible si no es haciéndote cargo. Lo hiciste como lo hiciste y de la manera que supiste. Ahora toca, reparar, si es posible, aceptar las cosas como son, perdonarte y perdonar, dándote cuenta de que has perdido cosas y que has aprendido por ello o te has alejado de personas y eso te ha ayudado a crecer, y que sin lugar a dudas, aunque duela, te has dado la oportunidad de ser más auténtica. Auténticamente, humana.
Cuando nos amamos, estamos en disposición de amar al otro libremente y compartir, sin cargar con culpas ni culpabilizar al otro.
Reparar toda esta confusión, nos pone en el camino del AMOR donde hoy tú y yo nos encontramos.
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