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"Sólo tengo que aguantar un poco más" o " Aguanta, si no me voy a sentir una fracasada". ¿Alguna vez te has pillado diciéndote esto?
A algunas de nosotras se nos inculcó desde pequeñas que aguantar era igual que ser fuertes. Así andamos aguantando un trabajo que no nos nutre, una relación que nos desgasta o, incluso, el silencio frente a una pérdida a cambio de vernos y de que nos vean fuertes, capaces de todo, super-mujeres y super-hombre. Y todo va funcionando hasta que de tanto aguantar revientas un día en una explosión de rabia fuera de contexto o aparecen reacciones físicas que te dicen: hasta aquí, si sigues aguantando te undes. En ese momento, ¿a quién vas a elegir, a ti o al otro?
Imagina a Laura, 39 años, madre de dos hijos. Estaba en una relación de pareja con la madre de sus hijos durante 30 años, con altibajos y peleas que sofocaba pensando que su pareja cambiaría, que algún día se daría cuenta de lo que ella hacía por la familia y recibiría el apoyo que necesitaba. Mientras aguantaba desplantes, silencios, se cargaba de responsabilidades, cambios de planes sin avisar, falta de respeto. Siguió con su rutina sin darse espacio para llorar, ni contar con nadie. En el trabajo le decían: “Eres muy fuerte, no se nota que estás triste”. Ella se lo repetía a sí misma: “Tengo que aguantar, no puedo flaquear”.
Aguantar, en este caso, es como contener la respiración bajo el agua. Funciona por un rato, pero llega un momento en que el cuerpo pide aire a gritos. Aguantar consume energía, tensa los músculos, encierra emociones. Con el tiempo, ese esfuerzo termina pasándonos factura en forma de ansiedad, insomnio o agotamiento emocional.
SOSTENER, no AGUANTAR
Sostener no significa derrumbarse, ni rendirse, ni aguantar lo que no quieres. Es abrir espacio para reconocer y tratar con cuidado lo que duele. Es como cargar un objeto frágil entre las manos: no lo aprietas hasta romperlo, pero tampoco lo dejas caer.
Sostener es acompañarse a una misma en el proceso. BUscar la ayuda que necesitas y contar lo que te ocurre Es mirarse con compasión en vez de exigirse resistencia. Esa elección no elimina el dolor, pero lo vuelve transitable y humano.
Para sostener una situación incómoda necesitamos comprender profundamente qué nos está ocurriendo, dejándonos sentir todo aquello que despierta en nosotros esa incomodidad, sin aparaiencias, ni máscaras. Lloro porque me duele, Paro porque esta situación contigo me agota. Tu silencio me duele y me hace sentir poco importante.
Alguna vez leí que si intetnas arreglar un problema desde el mismo nivel en que se ha creado, no podrás resolverlo. Para afrontar un duelo, una ruptura o el desgaste de una convivencia necesitamos dar un paso más para tomar perspectiva y descubrir qué nos ha llevado a ese punto, qué necesito y qué estoy pidiendo ( o no), qué estoy aguantando y para qué, es decir, cómo juego mis patrones de relación.
A mi parecer, aguantamos cuando todavía estamos pidiendo algo que no recibimos y probablemente, no nos van a dar o no lo pueden dar. Es como pedir agua en el desierto. No llega. Mientras que cuando sostenemos algo es porque tenemos todo para poder hacerlo. Estamos porque nuestras necesidades no dependen de la otra persona. Las estás gestionando. Dependen de ti y de aprender a darte y de buscar agua donde hay manatiales.
Aguantar endurece. Sostener suaviza.
Aguantar bloquea. Sostener permite fluir
NO estás sola
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